miércoles, 8 de agosto de 2012

CERCANÍA A UNA JUVENTUD HISTÓRICA

EL GLOBO, Caracas, Caracas, 18 de Diciembre de 1997, Nr. 2.585
50 años
Luis Barragán


En la primera parte de la década de los sesenta, gracias al peso de los conflictos sociales y jalonado por su breve participación en el gobierno de Betancourt, COPEI experimentó el tránsito de un partido doctrinario –enunciador abstracto de principios – a un partido ideológico, cuyas energías esencialmente juveniles se invertirían en el desarrollo de un conjunto de creencias con el objeto de materializarlas en nuestro particular contexto sociohistórico. Y es la Juventud Revolucionaria Copeyana, el escenario por excelencia de un debate del que nacen distintas corrientes, la ortodoxa y las heterodoxas.

Una de las pistas indicadoras de la emergencia de un pensamiento renovador entre los socialcristianos, la ubicamos en el proceso de aprendizaje de las pautas de integración de los sectores desfavorecidos al sistema de conciliación nacional (acomodación de tipo utilitario) que tiene en el Estado (y en la abundancia de sus recursos), un eximio realizador del ideario populista. Esto es, todavía reciente los acontecimientos de 1958, vivo el ambiente de una polémica (y de un lenguaje) en torno a los asuntos fundamentales del país, había plena sintonía con los niveles de politización de la sociedad global.

Las juventudes políticas, en general, estaban lo suficientemente sensibilizadas y animadas para competir con el liderazgo adulto. Gracias a un esfuerzo no exento de posiciones efectistas y de radicalismos verbales, contaban con real audiencia pública. La J.R.C. protagonizaba uno de sus ciclos más fecundos. Fundada el 24 de Diciembre de 1947, libraba una intensa lucha en las calles y aulas, contribuyendo enormemente a la estabilización de la democracia a la par de ofrecer un combate frontal, en las ideas y en los hechos, ante la subversión leninista. Era inevitable que germinara la reflexión de una práctica militante hoy desconocida. A veces, generando un oportunismo impropio de la edad. Más de las veces, en el curso de un sentido de autenticidad que emociona aún. Decía Jean Lacroix en su obra de largo título "Marxismo, existencialismo, personalismo (presencia de la eternidad en el tiempo)": "Se ha hablado mucho de pensamiento comprometido sin advertir tal vez que otro nombre muy antiguo y muy bello, que es precisamente el de creencia. Pues si lo creencia es todo del hombre, es claro que implica primero, y ante todo, esta actividad laboriosa por la cual transformaremos el mundo. El que no trabaja no cree: si la creencia auténtica supone en el hombre una purificación continua de su pensamiento, es que sólo puede ser una reflexión sobre su acto. Del mismo modo, es en la íntima relación de la duda y la creencia que deberá comprometerse todo personalismo que sabe únicamente puede alcanzar su fin trascendente en y por una aventura mundana".

El fenómeno, en el seno de la JRC, no se produjo por azar. Por una parte, lo ideológico era una de las dimensiones legitimadas de la pugna política de entonces. Y, por otra, hubo razones teóricas y sociales que sustentaban un contenido y un estilo de militancia.

El debate parte primordialmente de una militancia universitaria de clase media, con acceso a la cultura y educación sistemática y capacidad para organizarse políticamente. Es beneficiaria directa de la expansión educativa, la burocracia y vivo reflejo del proceso de urbanización. Se impone la "identidad etaria", un nuevo reconocimiento social de los jóvenes, so pretexto de la "brecha generacional" o saldo inequívoco de la crisis institucional de la familia. Recordemos también el profundo impacto del Concilio Vaticano II y de Encíclicas como "Mater et Magistra", "Pacem in Terris" y luego la "Populorum Progressio". La influencia determinante de autores como Maritain, Mounier, Teilhard, Lebret, Suavet, Perroux, Lepp, La Pira. Y, evidentemente, la necesidad de repensar la realidad nacional.

Una década, representativa del historial jotaerecista, que supo de dos libros cuyo lenguaje y contenido conmocionó a todos: "El combate político" de Rodolfo José Cárdenas y "El reto revolucionario" de José Rodríguez Iturbe. E igualmente de documentos de significación histórica que ponían sus acentos sobre la propiedad comunitaria, para respaldarla como un proyecto inmediato o para sugerirla como fruto de sucesivas etapas: "Materiales para una discusión que concluya en el trazamiento de una política correcta para el desarrollo de la JRC" y "Una juventud para el cambio" (1965), de astronautas y avanzados, recogidos si mal no recuerdo en la compilación de Tarsicio Ocampo; o el que presentaron los araguatos en abril de 1970. La experiencia alrededor de "Venezuela Urgente" y, precursores de efímeros partidos marxistas que no resistieron los embates electorales subsiguientes, la Izquierda Cristiana. La aparición de otros grupos como los auténticos, cuyos voceros se identificaban simplemente como socialistas. De todos modos, contamos con la ventaja de la perspectiva histórica para apreciar la pertinencia y viabilidad de antiguas posiciones que, naturalmente, evolucionaron.

Quienes fuímos parte de los cuadros de dirección de la JRC, sentimos muy de cerca un nuevo aniversario. Significa no sólo reflexionar en torno a las tareas que la Democracia Cristiana tiene pendientes, sino también pensar, calibrar y responder a la necesidad que tienen los jóvenes de superar la infrapolítica, una adulteración más que los contamina al imponer el cálculo trepador frente al reto de trascender.

Cfr.
http://www.geocities.com/CapitolHill/Congress/5642/
Fotografía:  La hemos tomado del perfil de Gehard Cartay / Facebook, teniendo por leyenda:  "Curso de Formación de la JRC en San Félix, Zona del Hierro, Estado Bolívar. Gehard Cartay Ramírez hace una exposición, acompañado de Julio César Moreno, Secretario Nacional Juvenil, y de Leopoldo Quintana, también del Directorio Nacional de la Juventud Copeyana. Abril de 1972".

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